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La fuga del feminismo

De repente, llegan hasta mí, percibo o deseo-imagino muchas señales que alumbran un camino de salida del feminismo como herramienta de futuro. Creo que ya es hora de incorporarlo como un lugar de deslumbramiento que ha producido todos los efectos que había de producir. Los textos feministas cambian, sin duda, la vida que se deja afectar, pero los recibo ya más como un trampolín que te propulsa hacia otro sitio que como una posición en la que quedarse. Ahora que la palabra patriarcado puede ser dicha en el telediario, debe existir otra frontera en la que las cosas no sean impulsadas por la máquina total. Las palabras todas del feminismo que circula hoy han sido ocupadas, vaciadas y desactivadas. No hay proyecto ni hay red, hay autosatisfacción y complacencia. El feminismo que ha superado el cambio de siglo no subvierte, sino que se ve obligado a reproducir para sobrevivir. ¿Qué ha pasado para que hablemos más de sororidad, un sentimiento de solidaridad que siempre ha existido en los barrios obreros y clases medias-bajas y bajas, que de sospecha, una herramienta mucho más necesaria para habitar hoy la realidad? ¿Por qué se está imponiendo de una manera tan cruda y sin apenas resistencia la agenda neoliberal del consumo y de los deseos en el programa feminista?

Todo esto pienso mientras veo esta portada, la de la revista feminista que Conde Nast, editora de «Vogue», pone en la calle de cara al 8 de marzo. La máquina de la feminidad heterocapitalista es feminista. Claro que sí, guapis.

 

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Invasores de cuerpos: del topmodel famélico de Vogue a las multinacionales alimentarias

No detecto que nadie haya puesto el grito en ningún cielo ante la foto de este chaval extremadamente delgado, alarmantemente delgado, que se ofrece a la mirada de otros hombres como un cuerpo modelo. Y, sin embargo, da ganas de llorar. Se trata de uno de los chicos que han sido elegidos por el fotografo Brett Lloyd como «una de las nuevas caras de la moda para 2015». Parece que al evangelio de los cuerpos según Vogue se le ha ido de nuevo la mano con el factor skinny. En realidad, lo que menos le importa a Vogue y a su factoría de deseos imposibles es el cuerpo de los menores. Todo vale con tal de que la ropa cuelgue de cuerpos como perchas. En el universo Vogue no figuran personas sino cuerpos jibarizados, reducidos a la mínima expresión, asfixiados de carne. Qué horror de campo de exterminio, Vogue. Si hoy existe una máquina de fabricar una raza terrible de cuerpos exhaustos, esa es Vogue.

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La media bombardea a los hombres jóvenes con dos cuerpos posibles: el skinny-skinny prepúber del fashionista que ha de enfocar su físico como herramienta de moda, o el musculado en distintos grados de definición, gracias a una combinación variable de gimnasio y sustancias que aportan artificialmente lo que la voluntad o la genética no logra alcanzar. Este artículo plantea cómo los jóvenes que se atiborran de batidos de proteínas podrían estar sometiendo a sus hígados al procesado de más químicos de los que sería deseable, exponiendo cómo la preocupación por los cuerpos que se enmascara a veces en un deseo de salud tiene más que ver con la vanidad, la presión social, la falta de autoestima real.

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«Los cuerpos de los hombres ya no sirven», explica este doctor-investigador-autor de un estudio que muestra la creciente preocupación de los chavales por hacer músculo. También menciona las afecciones ligadas al uso de esteroides a temprana edad: depresión, ataques de rabia, tendencias suicidas, cardiopatías. No es extraño encontrar en las noticias acerca de adolescentes que pegan a sus padres, sus abuelos o sus compañeros de clase una referencia a los esteroides. Los médicos advierten de que la violencia acompaña el uso de estas sustancias, además de muchas otras contraindicaciones. La salud de estos cuerpos es sólo una ficción. No podemos seguir aceptando la coartada de la salud como justificación del continuo comentario y la prescripción más o menos sutil de estos cuerpos.

Aunque los medios de comunicación se defienden de las acusaciones de imponer un cuerpo único y un modelo único de delgadez (para ellas) y musculación (para ellos) aludiendo a la epidemia de obesidad que nos sobreviene, apenas encuentro en ellos mensajes que se refieran a tal circunstancia. Paradójico, ¿no? La invisibilidad de todos los cuerpos que no se ajusten a la norma es un clamor, pero lo es más la ausencia de informaciones claras y relevantes acerca de dónde acecha la mala alimentación. Los mensajes mediáticos recomiendan todo tipo de productos de una industria que se alimenta de la mala alimentación. Los medios de comunicación también se alimentan de la publicidad de la industria que se alimenta de la mala alimentación. Atacar la mala alimentación sería atacarse a sí mismos. Más que preocuparse porque los gordos dejen de serlo, les preocupa que desaparezcamos. ¿Quién compraría todo lo que anuncian?

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En realidad, la mala alimentación domina el mundo. La comida es la droga legal que más gente se lleva por delante. Gente pobre, claro, que no puede acceder a comida no adulterada. A la industria de la comida adulterada, de la comida cortada con matarratas, les interesa que sigamos comiendo. Son diez las multinacionales que controlan el 90% de lo que ingerimos. Desde mi punto de vista, ellas son el gobierno real del mundo. A la industria de los cuerpos, medios de comunicación incluidos, les interesa que sigamos comiendo sus productos y necesitando otros que nos prometen lo que sólo la buena alimentación puede darnos. Los medios que podrían advertirnos de la situación se alimentan de los anuncios de la industria que nos vampiriza mientras nuestros cuerpos son ignorados, adulterados, frustrados o acosados por sus instrucciones imposibles. Son parásitos de los cuerpos de los pobres.

A lo que me refiero, señora Obama, es a que además de combatir el sedentarismo con sus simpáticos bailes, no estaría de más un discurso serio sobre la industria alimentaria estadounidense (global). De esa manera, no estaríamos entregando el mensaje de que los gordos son gordos porque no mueven su gordo culo y fomentando la gordofobia que nos ocupa tanto espacio mental a algunas. De hecho, escribo este post algunos días despues de que una videobloguera muy celebrada y periodista de cine muy irónica, muy inteligente y muy cool (?) escribiera en Facebook un comentario despreciativo hacia las gordas que poblamos el mundo (ya lo siento), que desapareció como 20 segundos despues de colgarlo (una pena que casualmente me pillara mirando, ha ha ha). Pero sigamos. Por suerte, son muchos los médicos que comienzan a tirar por tierra esa imagen interesada que las multinacionales fomentan (y los medios replican) por la cual no es la comida la que causa la epidemia de obesidad que nos aguarda, sino la falta de actividad física. Es lamentable ver cómo se afanan los medios de comunicación y los políticos en encubrir los intereses comerciales de sus dueños transnacionales, ignorando que en la maniobra se llevan por delante los cuerpos y las vidas de tantas personas. En este artículo se hace notar asimismo cómo esas mismas marcas, con Coca Cola a la cabeza, esponsorizan incansablemente eventos deportivos, a sabiendas de que con ello refuerzan la ficción de inocuidad de sus productos. Pero todos sabemos que son veneno, droga barata para los pobres.

First lady Michelle Obama dances with students at Alice Deal Middle School in northwest Washington, Tuesday, May 3, 2011, during a surprise visit for the school's Let's Move! event.    (AP Photo/Manuel Balce Ceneta)

First lady Michelle Obama dances with students at Alice Deal Middle School in northwest Washington, Tuesday, May 3, 2011, during a surprise visit for the school’s Let’s Move! event. (AP Photo/Manuel Balce Ceneta)

Este documental se plantea la cuestion más seriamente que los asesores en marketing político de los Obama: es imposible quemar con ejercicio la comida adulterada que la industria nos suministra. Ni siquiera es procesada por el cuerpo de la misma manera que los alimentos orgánicos. ¿Por qué no dirigimos más presión, más legislación, más control a las multinacionales, en vez de destruir las cuentas corrientes, los cuerpos y las mentes de las personas (¡de los niños!) que no pueden o no saben darse más alimento que el de la comida basura? Lo recomiendo tanto, tanto, tanto. Vedlo, por favor. Es bueno para la empatía.

Nuestra sociedad, los medios de comunicación, las empresas vampirizan tanto nuestros cuerpos con sus instrucciones sobre lo bello, lo saludable y lo cool y sus productos adictivos, que nos acostumbramos a que la norma de nuestro sistema cuerpo-mente no sea el equilibrio, sino una tensión insoportable entre el ser y el deber ser que se visibiliza especialmente en los gordos, blancos fáciles de los que no exteriorizan esa lucha interna o tienen la inteligencia de sustraerse a ella, y en las personas con transtornos alimenticios graves, mayoritariamente mujeres (porque las normas de obediencia del cuerpo se dirigen sobre todo a ellas), pero cada vez más hombres (porque el sistema necesita seguir devorando cuerpos y los de ellas ya nos son suficiente). Si no habéis visto jamás cómo tiembla una mujer anoréxica ante la perspectiva de comerse una magdalena, esta es vuestra oportunidad para el horror.

No podemos seguir admitiendo que el cuerpo de las mujeres, los niños, los pobres sigan alimentando la avaricia de las industrias del cuerpo: la alimentación, la moda, la cosmética, los medios de comunicación. En la tarea de romper con el dualismo de nuestra cultura, esa ficción miope que enfrenta tozudamente los pares hombre-mujer, masculino-femenino, cultura-naturaleza, activo-pasivo, virtual-real, personal-político, etc., hemos de añadir urgentemente el par mente-cuerpo, y exigir el mismo respeto para nuestra materialidad que recibe la expresión de pensamiento y el mismo conocimiento. Si nos protegemos de los discursos violentos sustrayéndolos de la mirada de los más pequeños, ¿por qué no otorgamos a los cuerpos, sobre todo a los cuerpos de los niños, similar protección? Si prohibimos las drogas y censuramos el alcohol y el tabaco con limitaciones e impuestos, ¿por qué no advertimos más seriamente sobre las consecuencias lesivas de los pseudoalimentos de las multinacionales?

Existe una razón por la que el cuerpo no es tomado en consideración por el pensamiento hegemónico, por el poder. En la tradición filosófica occidental, el cuerpo ha sido siempre relegado a la desacreditada esfera de lo femenino, mientras que la mente, el conocimiento, el pensar fue adscrito a lo inequívocamentente masculino. La supuesta incapacidad de las mujeres para pensar hasta nos ha sacado del canon de la Filosofía (y casi de la disciplina misma). «No solo el pensamiento occidental ha devaluado el cuerpo y la feminidad; tanto lo femenino como el cuerpo se niegan en la constitución del pensamiento como tal. La razón no se da mediante una subordinación del cuerpo. La razón está separada del cuerpo y esencial y radicalmente dividida de la materialidad», escribe Claire Colebrook. La base del pensamiento filosófico occidental niega la corporeidad, lo femenino, la materia. La masculinidad blanca no tiene cuerpo, sólo razón. Así, al no encarnarse el pensamiento, se postula como universalmente valido para todo bicho viviente, sea cual sea su sexo, género, orientación sexual, raza o clase social. Lo que dice el hombre blanco, heterosexual y rico va a misa. De ahí el simpático palabro falogocentrismo: la palabra del hombre es universal.

Quizá porque solo nos dejaron el cuerpo, despersonalizado, mudo, inservible, deseado, rechazado, expuesto o invisible, las filósofas y teóricas feministas siempre han hecho del cuerpo una cuestión central, tanto como mapa de la obediencia/desobediencia de cada mujer, como como espacio que rescatar y curar. En los últimos años, algunas filósofas llevan algún tiempo ocupándose del indivisible par mente-cuerpo desde la corriente bautizada nuevo materialismo feminista, que básicamente (muy básicamente expresado por mi parte) busca interesar a las teorizaciones más allá de la habitual masculinidad abstracta para plantearse cómo se materializan dichas teorías en los cuerpos. El pensar implica pues lo ético y lo político y también una insoslayable flexibilidad para acomodarse en infinitas circunstancias materiales. El pensamiento está ineludiblemente encarnado en un cuerpo. Por cada cuerpo, un pensamiento diferente en constante fluir con sus circunstancias. Hemos de ser en todo momento conscientes de la parcialidad que implica un conocimiento situado en una posición determinada y, a la vez, en fuga. Donna Haraway entiende por conocimiento situado «la política y epistemologías de la posición, el posicionamiento y situación, donde es la parcialidad y no la universalidad la condición que hay que tener en cuenta para llegar a conclusiones relativas al conocimiento racional». Todos los cuerpos. Todas las ideas.

Reapropiarse del cuerpo es también reapropiarse del pensamiento. Al pensar se imprimen las ideas en nuestra materialidad. No dejemos ni ideas ni cuerpo en manos de las revistas ni de las multinacionales de la alimentación. Pensemos en lo que comemos. Comamos como pensamos.

Las revistas femeninas como producto periodístico devaluado: las barbificaciones de Vogue

Hace una semana me puse como una hidra porque un señor estudioso, Octavio Salazar, profesor Titular de Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba y autor de «Masculinidades y Ciudadanía», dijo en una mesa sobre la presencia de las mujeres de la cultura en los medios de comunicación que las revistas femeninas eran «productos periodísticos devaluados».

Ahora me lo como con patatas.

Aquí va un editorial de Anna dello Russo (Vogue Japón) con Rosie Huntington Whiteley (nótese los siglos de selección natural que sugieren tales apellidos, qué-bonito-sería-que-fueran-inventados-como-los-algunas-periodistas-de-la-misma-revista) convertida en Barbie. Efectivamente: justo esa identificación que los médicos apuntan como letal para las niñas-mujeres. En palabras de abuela, que si quieres arroz Catalina. La reclamación, es una pena, no se queda en el asunto cosificador y reduccionista de siempre (no están ya las modelos tan lejos de las muñecas en hechuras y posturas). Lo perverso del asunto es cómo se vende el ideal de belleza caucásico, plastificado hasta más no poder, a mujeres que no llegan a los 30: Vogue Japón tiene la audiencia más infantil de la franquicia. La razón no puede ser, por otro lado, menos nazi y más desarmantemente frívola: simplemente tratan de fotografiar contenidos que puedan ser replicados por las ediciones internacionales de la revista para rentabilizar los altísimos costes de los editoriales de moda. Aquí un buen análisis de la cuestión. «Sigue la pista del dinero» es casi siempre un buen consejo.

 

Otro dato para fruncir el ceño: lo de Dello Russo es un refrito, una repetición, una intertextualización, un editorial en diferido o un fusile de otro, bastante sonado en su momento, que fotografió Ellen von Unwerth sobre Claudia Schiffer y para Vogue Italia, en 1994. Las diferencias son muchas: las que separan unas fotos pensadas por una estilista de otras pensadas por una fotógrafa. Unas venden ropa a costa del cliché, las otras logran alguna interferencia interesante con la ironía, alguna lectura de clase colateral y un mejor estudio de los movimientos corporales de la muñeca. En otras words: aunque el concepto sea cutre, está mil veces más currado.

 

El enamoramiento de Vogue y Barbie es bastante recurrente: Vogue Paris publicó las pasadas Navidades más barbificaciones de modelos, esta vez encajonadas y listas para despachar en su tienda de muñecas favorita. Con su camisita y su canesú patrocinado por. Es muy divertido comprobar cómo la dirección de arte tuvo que añadir más iconografía Bowie en la propuesta de Yves Saint Laurent, supongo que por miedo a que no se entendiera una contradicción en términos como la de una barbie bowieficada y sin la marca de la hiperfeminidad.

 

Por supuestísimo, imagino que Mattel le ha pagado el oro y el moro a Vogue para que vaya suministrando a sus lectoras esta propuesta de barbificación de las mujeres, y que es el dinero lo que explica este desatino plástico. A Karl también ha debido de lloverle lo suyo.

 

 

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Y a Sports Illustrated.

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La verdad es que yo no termino de verle la utilidad a esta desgraciada asociación entre los soportes editoriales que se sirven del cuerpo de la mujer y la muñeca diabólica. Barbie tuvo su momento, pero que ahora no parece ser del agrado de las niñas por mucho que su fashionismo convenza a las madres. Para desesperación de los inversores, la muchachada prefiere a las Monster High. Además, esta asociación no responde para nada a cierta demanda ética global para que se relaje el corsé de la representación del cuerpo femenino en las revistas de moda. Si es cierto que estamos asistiendo al canto del cisne de Barbie (y de todo lo que representa), ¿no es una locura asociarse a un producto a punto de caducar? ¿Acaso la situación financiera de las editoriales de revistas hace que no puedan dar un no por respuesta a clientes en vías de descomposición?

Time lo contaba, el pasado enero, así:

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¿De verdad está tan aletargado el instinto periodístico en las revistas femeninas que no ven el tren que se las va a llevar por delante? ¿Será cierto que son un producto periodísticamente devaluado confeccionado sin la menor intención de suministrar ideas, buenas ideas, e historias, buenas historias, a sus lectores? ¿Tendré que creerme que las periodistas de esas redacciones han tirado la toalla y ya no disputan el espacio para sus historias? ¿Acaso no les importa estar cavando la tumba de las revistas de papel?