Etiquetado: María Galindo
Mira quién habla
Un año después, me entero de que los machos al mando de las cadenas de televisión vuelven a colocarnos las bragas de Cristina Pedroche y compañía junto a las uvas. El asunto no tiene, en fin, mucho recorrido, más allá de lamentar la sumisión de las mujeres a los ritos de liberación que nos permite el sistema heteromacho. Sigue dando mucha lastimica comprobar cómo se usa el cuerpo de las mujeres para que piquen los de siempre. Carnaza burda para hacer una audiencia a la que los ejecutivos de las cadenas consideran aún más burda.Mientras, la protagonista clama que es libre, como el sol cuando amanece, como el mar. Lo cierto es que todas caemos en la trampa de conformarnos con ocupar mínimos espacios de descompresión que ya no van a ningún sitio. Ese acomodo a la protesta controlada, prevista y fácil que lava la conciencia mientras seguimos tranquilamente con nuestras vidas da mucho que pensar. Precisamente ayer escuché a Almudena Grandes que habríamos de negarnos a celebrar el 8 de marzo, y tiene toda la razón.
Me interesa, a un año vista de las bragas de Pedroche, explorar un poco más el peliagudo asunto de la representación. Pero no tanto cómo se nos representa, aspecto este de sobras estudiado, analizado, denunciado y ya con cierto grado de sensibilización general, sino quién representa. Quién se arroga el papel de describir el mundo, quién toma la palabra y la voz y para qué. Desde qué posiciones toma una la palabra para representar al otro y si la posición de una tiene finalmente que ver con la manera en que represento el mundo. Se trata de cuestionar al autor y de poner sobre la mesa los privilegios que le impiden representar éticamente según qué sujetos o asuntos. Las feministas estamos cansadas de hacerlo cuando impugnamos la historia escrita por los hombres. También nos han leído la cartilla a nosotras mismas desde el feminismo negro, desde el musulmán o la teoría poscolonial. Es imposible separar quién habla de qué se dice. La objetividad atenuada a la que se aferra el relato periodístico no existe. Todos los discursos están tan absolutamente mediados por la subjetividad de quien los produce, que no queda otra que revisar al propia posición, exponerla en lo posible y reconocer hasta donde puede llegar y cómo nuestra capacidad para representar al mundo.
Últimamente me he cruzado con algunos ejemplos que pueden encajar en este cuestionamiento de la representación que me ocupará los próximos meses. Voy con un ejemplo nimio, producto de una buena voluntad irreflexiva creo yo. Es el caso de la activista Yolanda Rodríguez, que buscaba la colaboración de mujeres con cuerpos no normativos (casi siempre eufemismo por gordas) para un proyecto. En este anuncio juegan dos factores: que la propia artista es una mujer con un cuerpo totalmente normativo, que sale en las revistas de moda y que encaja totalmente en los cánones de la belleza que impone el mercado, aspecto este que favorece que ocupe un espacio en los medios que no es tan accesible para otras activistas o artivistas; y también que este asunto de las tallas, los cuerpos y los kilos cotiza al alza en la bolsa de las ansiedades femeninas y los medios están deseosos de recibir contenidos que, dentro de los márgenes de la protesta sensata de lo que hablábamos antes, demanden libertad para que las mujeres puedan ser como son. Creo que una suma de todos estos factores puede explicar que Domínguez haga un llamamiento a “mujeres que NO cumplan el estereotipo joven+blanca+talla 38” precisamente con la foto de una mujer joven, blanca y talla 38.
¿Cómo explicar el esteticismo sumiso de este anuncio? Probablemente en la posición de la misma activista. Una mujer gorda, negra y mayor de 50 años jamás hubiera puesto esa foto. Yo hubiera puesto este vídeo, hallazgo de Millana:
Mi segundo ejemplo, también traído a mi archivo por Millana, tiene que ver con una periodista de la revista Pícara y, por tanto, feminista. Isabel Gracia vive en Bolivia donde trabaja como periodista, no sé si porque aquí es muy difícil ya publicar dada la crisis de los medios y la cantidad de periodistas que mendigamos por las redacciones. Parece que, con bastante facilidad, logró publicar una doble página en el principal periódico del país sobre la situación de las reclusas bolivianas, de las mujeres encarceladas. Es cierto que, en la facultad y en las redacciones, nos enseñan que basta con dominar las herramientas del oficio para ejercerlo. Qué error. Lo paga y con creces esta tal Isabel Gracia, «blanca, flaca, rubia», que es entrevistada en su programa de radio por María Galindo, probablemente la activista feminista más relevante de Latinoamérica. No os perdáis el audio, porque no se puede decir más claro.
A pesar de ser feminista, Isabel Gracia no encaja demasiado bien que le echen en cara que no ha sabido reconocer y asumir su privilegio. Para vergüenza de los colectivos “mujer”, “periodista” y “feminista”, la colaboradora de Pícara decide denunciar.
El tercer ejemplo me lo acabo de encontrar en el muro de facebook de Chris Werckmeister, amiga desconocida pero con la que comparto frecuentemente el mismo punto de vista al respecto de este asunto del privilegio blanco. Se trata de un post de Stacey Patton, profesora asistente de Periodismo en una universidad americana y mujer negra. Patton pone de manifiesto cómo los medios de comunicación, al aplicar la lógica capitalista y convertir las noticias y los textos periodísticos en productos, sin una implicación real, sustancial y ética en las injusticias que representan, acaban resultando los obscenos proxenetas de la muerte de los demás. Se trata de vender más, de hacer más dinero a costa de la desigualdad, la injusticia y la muerte, no de cuestionar al sistema que lo produce ni de exigir su reforma. Por eso Patton se niega a escribir para un medio otro texto sobre porqué los policías blancos matan a los negros: «Not this time. I will NOT be your intellectual Mammy. I’s real tired».
Por todo esto, no es extraño que los refugiados de Calais hayan plantificado esta foto que, una vez más, recojo del muro de Daniela Ortiz, otras de las personas que me ayudan a revisar mi propio privilegio.
La foto no sólo habla de los ladrones de cuerpos, de esos fotógrafos que venden su material a medios racistas, sino también de la inutilidad de los medios de comunicación para sensibilizar al respecto de la situación de estas personas. Si la tumba del Periodismo se está cavando en algún sitio, es en los campamentos de Calais, en las aguas del Mediterráneo y en nuestra verja.
Los privilegios de la mujer blanca heterosexual (yes, we suck)
Lo mejor de este master que estoy haciendo, con mucha diferencia, es la guía bibliográfica. Que te muestren los libros que han marcado caminos, han supuesto un vuelco o han cambiado enfoques, de manera que no tienes que andar dando tumbos entre blogs y recomendaciones varias en una prueba-error exasperante (detesto perder el tiempo con libros malos). Muchas veces, las bibliografías incluso te dirigen a los capítulos concretos, los párrafos clave o los artículos publicados. En materia de teoría feminista y de género (creo que, en general, en la investigación académica), casi todos los libros van publicándose por ensayos más o menos breves en revistas especializadas. Esto se me hace raro como lectora: no hay linealidad. El asunto se despedaza antes de tratarlo y se va estudiando por partes. Es una manera de adaptarse a un mundo académico que cada vez está más afectado por las dinámicas de mercado: todo ha de ir rápido, rápido. Han de llenarse revistas, programaciones de congresos, becas de investigación. La fiebre de los ‘papers’ es buena para los estudiantes porque es posible acceder al conocimiento de manera más fácil y barata, pero al acortar drásticamente la cantidad de palabras que han de sustentar un estudio (al hilo de la maldita fragmentación) se pierde el contexto. ¿Qué es el pensamiento sin contexto? Yo creo que un pequeño timo.
Al grano, que me voy por las ramas. Los libros de teoría feminista no son fáciles para una lectora de revistas como yo. Muchas veces vienen firmados por filósofas y casi todos manejan con soltura conceptos de postestructuralismo e incluso el psicoanálisis imposibles de aprehender sin haber dominado esas materias. Sin embargo, me los leo igualmente. Aunque por párrafos no entienda en realidad lo que quieren decir. Es un espectáculo increíble contemplar cómo la mente puede construir esas estructuras mentales, esas elaboraciones discursivas, esos castillos de ideas. En algún punto me ha venido a la cabeza la idea de si no serán simplemente una exposición, un poco narcisa y desconectada, de la potencia de una mente. Quiero decir…. no todo es Foucault, cuyos libros revelan cómo estamos sometidos a todo tipo de controles y relaciones de poder. Rosi Braidotti y sus sujetos nómadas me provocaron un poco esta sensación. Lo cierto es que es un libro dificilísimo e interesantísimo a la vez para frikis de los discursos como yo, pero tendría que volver a leérmelo con más armas (nota para mí misma). Está escrito desde el feminismo de la diferencia (posición de las teóricas que sostienen que existe una diferencia entre hombre y mujer), pero es su conceptualización de los sujetos como nómadas, como inmersos en un proceso infinito, lo que me interesa. En fin, volveré sobre él, sobre todo por aquello de la igualdad/diferencia entre hombres y mujeres, en algún post futuro.
No me cuesta nada, sin embargo, alinearme con Judith Butler, por el contrario una predicadora de la igualdad, de una democracia radical de seres humanos iguales. Me parece que sus artículos y libros parten casi siempre de una observación muy directa de la realidad y que sus ideas tienen el poder de, efectivamente, cambiar el marco de pensamiento. El enfoque. Hasta de una lectora de revistas como yo. Sus textos tienen fama de difíciles, pero creo que ha ido puliendo un poco esa traba y los últimos, que son los que más me interesan, se leen bastante bien. Además, no escamotea hilos de pensamiento: sus discursos adoptan la forma de una red de araña porque suele exponer todos los caminos que camina su lógica. Al leer sus libros y conferencias, puede una hacerse a la idea de cómo discurre una gran mente.
Estoy bajo los efectos de la teoría de la vulnerabilidad de Butler. La filósofa encuentra que aquello que más nos une a todos los seres humanos, la categoría totalizadora que habría de conformarse contexto de nuestra civilización, es la vulnerabilidad, entendida no como debilidad sino como disposición para ser afectado por todo tipo de relaciones. Somos seres básicamente vulnerables: nuestra existencia se ve afectada por multitud de relaciones, simbólicas y materiales, que determinan la dignidad de nuestra vida. Nuestras vidas son, por tanto, precarias, por depender de tantas relaciones, que van tejiendo una tupida red entre todos los seres humanos. Yo soy yo pero sobre todo muchos otros yoes. Todos los yoes. No se puede entender una vida humana sin sus relaciones y no se puede construir dignidad para una vida humana sin atender la dignidad de las demás.
Todo este rollo viene al caso para hablaros del texto que más me ha impresionado de todos los que he leído gracias al master. Es de Bel Hooks, una feminista negra estadounidense. OS LO RECOMIENDO MUCHÍSIMO AQUÍ LO TENÉIS. Al volver a leerlo, me ha dado por pensar que tiene que ver, de alguna manera, con la vulnerabilidad. Hooks describe cómo el feminismo blanco, heterosexual y acomodado se ve atacado cuando se exponen sus privilegios de raza, de clase. ¿Puede una llamarse a sí misma feminista sin haber revisado sus propios privilegios? ¿Puede una llamarse a sí misma feminista si no se siente inextricablemente unida en su vulnerabilidad con todas estas mujeres pobres, de otras razas y religiones, cuya agenda feminista es tan distinta a la occidental? ¿Cómo podemos las feministas europeas hablar, escribir y pensar por estas mujeres, si lo primero que hemos de cederles es el nombre, la voz, la presencia? Soy de las que piensan que cualquier puede ser feminista (con Cristina Lucas, creo que todas las buenas personas lo son). Pero al adjudicarse a uno mismo ese nombre, ha de iniciar la tarea de revisar sus privilegios y dar un paso atrás en favor del que está por debajo. Eso vale, en nuestras sociedades ricas, por los hombres que se dicen feministas: para serlo, han de dar un paso atrás y ceder la voz y el espacio a las mujeres. También para las feministas blancas, heterosexuales: demos un paso atrás para que hablen las feministas gitanas, por ejemplo. Descentremos el foco de nosotras mismas, y pongámonos en el lugar de las mujeres pobres, sin estudios o enfermas, por ejemplo. Citémoslas. Hablemos de ellas. Hagámosles hueco. Pensemos en sus condiciones de vida, integrémoslas en nuestros estudios.
Mientras escribo esto me acuerdo de Rafa Doctor, un hombre feminista y animalista que, en una de esas listas que le piden a los importantes los medios de comunicación, se desmarcó de todos y todas sus colegas y citó a la boliviana María Galindo y sus Mujeres Creando como su artista favorita o su proyecto artístico con más futuro, no recuerdo muy bien. Qué manera tan extraordinaria de exponer la agenda ética y estética de uno. María Galindo está el miércoles 21 en Madrid, en Vaciador. Yo no me lo perdería. Aquí la vemos «arruinando un concurso de belleza», así lo ve la presentadora del telediario 🙂 Y si alguien va y graba el audio, le prometo el sol de una paella al sol. Tenemos un trato.