Etiquetado: Antonio Lucas
El comentario amoroso-sexual de las mujeres que crean: ay qué pesado, qué pesado
Existen muchas maneras de valorar la exquisitez de un texto, incluso de un texto periodístico. El estilo, la forma, es importante. De hecho, los textos firmados por escritores se cotizan mucho más en prensa, ya que se les supone un estilo literario muy caro de encontrar entre los periodistas. Algunos lectores encuentran el colmo de la elegancia en la sobriedad máxima, en el significado despojado de adjetivos (¿y no sería este el manierismo máximo?). Otros disfrutan los retruécanos con sentido. En realidad no es tan importante: un buen lector sabe apreciar lo literario de cada estilo.
Existe, sin embargo, un valor objetivo que condiciona como ningún otro la bondad, la belleza y la mencionada exquisitez de un relato: la conciencia de sí mismo, su calado ético, los valores que porta. Con la colaboración o a pesar del escritor, los textos revelan el fondo de armario simbólico, cultural y ético del autor, exponiendo con cada palabra cómo es el mundo que ha podido o ha querido darse, en qué consideración tiene a sus lectores y cómo es el mundo que reclama. En este sentido, el texto es el sujeto, es personal y es político. Más aún el texto periodístico, en cuyo corazón yace siempre el ánimo de persuadir o, al menos, seducir.
La poeta irlandesa Eavan Boland escribió en 1989 el ensayo “Como una cicatriz” (lo recomiendo a todos los que haya de escribir para ganarse la vida o la felicidad, se publicó en el volumen “Nación, diversidad y género”, editado por Anthropos), en el que pone de manifiesto una clamorosa reclamación ética a los poetas irlandeses que, durante décadas, han venido escribiendo su nación en el cuerpo de una mujer o han utilizado el cuerpo de las mujeres como persistentes y congeladas musas. Extracto dos párrafos que abundan un poco en esta cuestión de la ética interna de los textos, que quizá ayuda a entender mi sorpresa por las publicaciones que relataré a continuación.
“Después de todo, no es este un ensayo sobre el oficio de este arte: No estoy escribiendo sobre la estética sino sobre la ética, que es mucho menos visible en una tradición poética. Quién escribe, lo que ella o él propone como tema apropiado para la poesía, qué ser descubren y confirman a través de dicha materia temática, todo esto implica una elección ética”.
“Cuando leía aquellas simplificaciones de las mujeres sentía que había un defecto subyacente en la poesía irlandesa; casi una debilidad geológica. Toda la poesía de calidad depende de la relación ética entre la imaginación y la imagen. Las imágenes no son ornamentos; son verdades. Cuando leía textos sobre Cathleen Ni Houlihan o sobre la Vieja del camino, o sobre Dark Rosaleen, sentía que una relación ética necesaria corría el peligro de ser violada una y otra vez; que una relación meramente ornamental entre la imaginación y la imagen se estaba transmitiendo de poeta a poeta, de generación a generación; se estaba convirtiendo en la práctica poética ortodoxa. La violación, incluso más que la simplificación, era lo que me alienaba.
Cuando la imagen se ha distorsionado la verdad se degrada. Tal como yo lo veía, este era el meollo de la cuestión. Al servirse de la vieja convención, al utilizar y re-utilizar a las mujeres como iconos y quimeras, los poetas irlandeses no sólo estaban trabajando con emblemas. También estaban privando a las mujeres reales de un pasado real: mujeres cuyo silencio deberían haber roto sus poemas. Corrían el riesgo de convertir a una testigo terrible en un elemento decorativo vacío. Uno de los propósitos irónicos de mi argumentación ha sido señalar que aquellos emblemas ya no están en silencio. Han adquirido una voz. Han pasado de ser poemas a ser poetas”.
Todo este rollo viene a cuento de una bienintencionada sección que, cada domingo, publica la sección de Cultura de El Mundo, firmada por el poeta, último Premio Loewe, Antonio Lucas. A priori, más exquisitez imposible a la hora de poner en página un homenaje a ciertas mujeres creadoras denominadas “Heterodoxas”, según la RAE, “disconformes con las doctrinas generalmente admitidas”. En el caso de las mujeres escritoras, lo de heterodoxas es una redundancia: ¿acaso no ha ido siempre contra la norma social que las mujeres escibieran? Una escritora es siempre, siempre, heterodoxa. Pero no va por ahí mi objección lectora a la página de Antonio Lucas.
Existen varios subterfugios del micromachismo, la misoginia y el esnobismo a la hora de lidiar con la problemática figura de la mujer que crea, especialmente de las escritoras. El primero es hablar de ellas como musas, alumnas o seguidoras de un hombre creador, al que se considera superior. Es frecuente ver en las zonas destacadas de los textos periodísticos que hablan de las creadoras la referencia a los hombres con los que se relacionaron. Sin embargo, no sucede así al contrario: jamás se habla en titulares, entradillas o sumarios de las relaciones de esos genios con las mujeres creadoras de su entorno. De alguna manera se infiere que las mujeres creadoras, por sí solas, no serán capaces de atraer a los lectores y que su trabajo está necesariamente subordinado al de ellos. Se nos empaqueta periodísticamente como los seres subalternos que simbólicamente somos.
Una segunda herramienta del micromachismo, la misoginia y el esnobismo periodístico y cultural es hacer referencia sí o sí en las zonas destacadas de la página, esos lugares que serán al menos ojeados por los lectores, a las relaciones sentimentales de las mujeres creadoras. La obra de las mujeres no se considera por si sola interesante o, al menos, no tan interesante como que tal mujer haya sido la novia, esposa o amante de un hombre indudablemente más relevante. La tercera herramienta del mocromachismo, la misoginia y el esnobismo periodístico cultural es reforzar cansinamente el imaginario que une a la mujer con el amor, lo sentimental, lo romántico o lo directamente sexual, forzando la persistencia del estereotipo de la mujer como cuerpo, como caos, como naturaleza, y no como palabra, como mente, como creación. En las piezas periodísticas sobre mujeres creadoras lo raro es no encontrar una referencia a su persona como amante, amada u objeto sexual.
Y ahora que os he soltado la teoría, la práctica. Veamos cómo lo hace Antonio Lucas: atentas a las constantes referencias al sexo, el placer, la posesión, lo sentimental, el deseo, la belleza física, el orgasmo, el amor, la pasión y demás parafernalia léxica que inmoviliza a la mujer en un papel único e unívoco.
Veamos ahora cómo trata la figura masculina en una página de contenido (biográfico) similar. El imaginario es bien distinto y remite a cierta épica de la masculinidad.
En fin, me diréis que soy una exagerada, una puntillosa o una feminazi. Admito todas. Sin embargo, sería tan fabuloso que hombres y mujeres de la cultura contemporánea (Antonio Lucas no es ni de lejos un carca de espíritu, creo) tomaran en consideración la agenda de la igualdad en el territorio de lo simbólico, de la cultura, de la prensa, como una exigencia ética de su propia exquisitez personal y profesional… Pero para construir un imaginario en el que todos seamos iguales es necesario deconstruir el que nos ha sido dado, siempre que no estemos en conciencia alineados con aquel… ¿Respaldamos o no respaldamos la cultura patriarcal y machista que hemos heredado? ¿Se hacen esta pregunta los y las poetas, los escritores y las escritorias, los y las periodistas que construyen las narrativas que nos explican?