Etiquetado: Anorexia
Otra modelo cadáver de Yves Saint Laurent en la revista Elle
Dice la OMS que, sólo en España, cada año se registran 80.000 casos nuevos de anorexia y alrededor de 100 muertes. Según datos de Cruz Roja, uno de cada 100 adolescente sufre anorexia nerviosa y cuatro de cada 100 bulimia nerviosa. En 2010, una resolución del Parlamento Europeo llamaba la atención sobre la imparable propagación de los trastornos alimenticios y pedía a agencias de publicidad y medios de comunicación que reconsiderasen «la promoción de modelos extremadamente delgados, a fin de evitar la propagación de mensajes nocivos sobre la apariencia, las imperfecciones corporales, la edad y el peso, teniendo en cuenta la influencia y el impacto de la publicidad en niños y jóvenes». En Francia, un proyecto de ley contempla penalizar la publicidad que pueda incitar a trastornos alimenticios como la anorexia al emplear modelos especialmente delgados o desnutridos, así como la creación de un «delito de incitación a la delgadez excesiva«, medida dirigida especialmente a las webs que la promueven.
Parece que ni a la revista ELLE UK ni a Yves Saint Laurent le importan sus lectoras ni sus compradoras reales o imaginarias.
ELLE UK e Yves Saint Laurent prefieren a las mujeres cadavéricas. Casi muertas.
La autoridad competente en Reino Unido ha retirado este anuncio. La marca en nombre de su autor, el diseñador Hedi Slimane, se ha limitado a responder que no está de acuerdo con la valoración de la Advertising Standards Authority (ASA).
Os dejo una conferencia muy interesante sobre cómo los cuerpos se han convertido en un capital más en el mercado, ocasionando segregación, discriminación, marginación, racismo y enfermedades varias.
Invasores de cuerpos: del topmodel famélico de Vogue a las multinacionales alimentarias
No detecto que nadie haya puesto el grito en ningún cielo ante la foto de este chaval extremadamente delgado, alarmantemente delgado, que se ofrece a la mirada de otros hombres como un cuerpo modelo. Y, sin embargo, da ganas de llorar. Se trata de uno de los chicos que han sido elegidos por el fotografo Brett Lloyd como «una de las nuevas caras de la moda para 2015». Parece que al evangelio de los cuerpos según Vogue se le ha ido de nuevo la mano con el factor skinny. En realidad, lo que menos le importa a Vogue y a su factoría de deseos imposibles es el cuerpo de los menores. Todo vale con tal de que la ropa cuelgue de cuerpos como perchas. En el universo Vogue no figuran personas sino cuerpos jibarizados, reducidos a la mínima expresión, asfixiados de carne. Qué horror de campo de exterminio, Vogue. Si hoy existe una máquina de fabricar una raza terrible de cuerpos exhaustos, esa es Vogue.
La media bombardea a los hombres jóvenes con dos cuerpos posibles: el skinny-skinny prepúber del fashionista que ha de enfocar su físico como herramienta de moda, o el musculado en distintos grados de definición, gracias a una combinación variable de gimnasio y sustancias que aportan artificialmente lo que la voluntad o la genética no logra alcanzar. Este artículo plantea cómo los jóvenes que se atiborran de batidos de proteínas podrían estar sometiendo a sus hígados al procesado de más químicos de los que sería deseable, exponiendo cómo la preocupación por los cuerpos que se enmascara a veces en un deseo de salud tiene más que ver con la vanidad, la presión social, la falta de autoestima real.
«Los cuerpos de los hombres ya no sirven», explica este doctor-investigador-autor de un estudio que muestra la creciente preocupación de los chavales por hacer músculo. También menciona las afecciones ligadas al uso de esteroides a temprana edad: depresión, ataques de rabia, tendencias suicidas, cardiopatías. No es extraño encontrar en las noticias acerca de adolescentes que pegan a sus padres, sus abuelos o sus compañeros de clase una referencia a los esteroides. Los médicos advierten de que la violencia acompaña el uso de estas sustancias, además de muchas otras contraindicaciones. La salud de estos cuerpos es sólo una ficción. No podemos seguir aceptando la coartada de la salud como justificación del continuo comentario y la prescripción más o menos sutil de estos cuerpos.
Aunque los medios de comunicación se defienden de las acusaciones de imponer un cuerpo único y un modelo único de delgadez (para ellas) y musculación (para ellos) aludiendo a la epidemia de obesidad que nos sobreviene, apenas encuentro en ellos mensajes que se refieran a tal circunstancia. Paradójico, ¿no? La invisibilidad de todos los cuerpos que no se ajusten a la norma es un clamor, pero lo es más la ausencia de informaciones claras y relevantes acerca de dónde acecha la mala alimentación. Los mensajes mediáticos recomiendan todo tipo de productos de una industria que se alimenta de la mala alimentación. Los medios de comunicación también se alimentan de la publicidad de la industria que se alimenta de la mala alimentación. Atacar la mala alimentación sería atacarse a sí mismos. Más que preocuparse porque los gordos dejen de serlo, les preocupa que desaparezcamos. ¿Quién compraría todo lo que anuncian?
En realidad, la mala alimentación domina el mundo. La comida es la droga legal que más gente se lleva por delante. Gente pobre, claro, que no puede acceder a comida no adulterada. A la industria de la comida adulterada, de la comida cortada con matarratas, les interesa que sigamos comiendo. Son diez las multinacionales que controlan el 90% de lo que ingerimos. Desde mi punto de vista, ellas son el gobierno real del mundo. A la industria de los cuerpos, medios de comunicación incluidos, les interesa que sigamos comiendo sus productos y necesitando otros que nos prometen lo que sólo la buena alimentación puede darnos. Los medios que podrían advertirnos de la situación se alimentan de los anuncios de la industria que nos vampiriza mientras nuestros cuerpos son ignorados, adulterados, frustrados o acosados por sus instrucciones imposibles. Son parásitos de los cuerpos de los pobres.
A lo que me refiero, señora Obama, es a que además de combatir el sedentarismo con sus simpáticos bailes, no estaría de más un discurso serio sobre la industria alimentaria estadounidense (global). De esa manera, no estaríamos entregando el mensaje de que los gordos son gordos porque no mueven su gordo culo y fomentando la gordofobia que nos ocupa tanto espacio mental a algunas. De hecho, escribo este post algunos días despues de que una videobloguera muy celebrada y periodista de cine muy irónica, muy inteligente y muy cool (?) escribiera en Facebook un comentario despreciativo hacia las gordas que poblamos el mundo (ya lo siento), que desapareció como 20 segundos despues de colgarlo (una pena que casualmente me pillara mirando, ha ha ha). Pero sigamos. Por suerte, son muchos los médicos que comienzan a tirar por tierra esa imagen interesada que las multinacionales fomentan (y los medios replican) por la cual no es la comida la que causa la epidemia de obesidad que nos aguarda, sino la falta de actividad física. Es lamentable ver cómo se afanan los medios de comunicación y los políticos en encubrir los intereses comerciales de sus dueños transnacionales, ignorando que en la maniobra se llevan por delante los cuerpos y las vidas de tantas personas. En este artículo se hace notar asimismo cómo esas mismas marcas, con Coca Cola a la cabeza, esponsorizan incansablemente eventos deportivos, a sabiendas de que con ello refuerzan la ficción de inocuidad de sus productos. Pero todos sabemos que son veneno, droga barata para los pobres.

First lady Michelle Obama dances with students at Alice Deal Middle School in northwest Washington, Tuesday, May 3, 2011, during a surprise visit for the school’s Let’s Move! event. (AP Photo/Manuel Balce Ceneta)
Este documental se plantea la cuestion más seriamente que los asesores en marketing político de los Obama: es imposible quemar con ejercicio la comida adulterada que la industria nos suministra. Ni siquiera es procesada por el cuerpo de la misma manera que los alimentos orgánicos. ¿Por qué no dirigimos más presión, más legislación, más control a las multinacionales, en vez de destruir las cuentas corrientes, los cuerpos y las mentes de las personas (¡de los niños!) que no pueden o no saben darse más alimento que el de la comida basura? Lo recomiendo tanto, tanto, tanto. Vedlo, por favor. Es bueno para la empatía.
Nuestra sociedad, los medios de comunicación, las empresas vampirizan tanto nuestros cuerpos con sus instrucciones sobre lo bello, lo saludable y lo cool y sus productos adictivos, que nos acostumbramos a que la norma de nuestro sistema cuerpo-mente no sea el equilibrio, sino una tensión insoportable entre el ser y el deber ser que se visibiliza especialmente en los gordos, blancos fáciles de los que no exteriorizan esa lucha interna o tienen la inteligencia de sustraerse a ella, y en las personas con transtornos alimenticios graves, mayoritariamente mujeres (porque las normas de obediencia del cuerpo se dirigen sobre todo a ellas), pero cada vez más hombres (porque el sistema necesita seguir devorando cuerpos y los de ellas ya nos son suficiente). Si no habéis visto jamás cómo tiembla una mujer anoréxica ante la perspectiva de comerse una magdalena, esta es vuestra oportunidad para el horror.
No podemos seguir admitiendo que el cuerpo de las mujeres, los niños, los pobres sigan alimentando la avaricia de las industrias del cuerpo: la alimentación, la moda, la cosmética, los medios de comunicación. En la tarea de romper con el dualismo de nuestra cultura, esa ficción miope que enfrenta tozudamente los pares hombre-mujer, masculino-femenino, cultura-naturaleza, activo-pasivo, virtual-real, personal-político, etc., hemos de añadir urgentemente el par mente-cuerpo, y exigir el mismo respeto para nuestra materialidad que recibe la expresión de pensamiento y el mismo conocimiento. Si nos protegemos de los discursos violentos sustrayéndolos de la mirada de los más pequeños, ¿por qué no otorgamos a los cuerpos, sobre todo a los cuerpos de los niños, similar protección? Si prohibimos las drogas y censuramos el alcohol y el tabaco con limitaciones e impuestos, ¿por qué no advertimos más seriamente sobre las consecuencias lesivas de los pseudoalimentos de las multinacionales?
Existe una razón por la que el cuerpo no es tomado en consideración por el pensamiento hegemónico, por el poder. En la tradición filosófica occidental, el cuerpo ha sido siempre relegado a la desacreditada esfera de lo femenino, mientras que la mente, el conocimiento, el pensar fue adscrito a lo inequívocamentente masculino. La supuesta incapacidad de las mujeres para pensar hasta nos ha sacado del canon de la Filosofía (y casi de la disciplina misma). «No solo el pensamiento occidental ha devaluado el cuerpo y la feminidad; tanto lo femenino como el cuerpo se niegan en la constitución del pensamiento como tal. La razón no se da mediante una subordinación del cuerpo. La razón está separada del cuerpo y esencial y radicalmente dividida de la materialidad», escribe Claire Colebrook. La base del pensamiento filosófico occidental niega la corporeidad, lo femenino, la materia. La masculinidad blanca no tiene cuerpo, sólo razón. Así, al no encarnarse el pensamiento, se postula como universalmente valido para todo bicho viviente, sea cual sea su sexo, género, orientación sexual, raza o clase social. Lo que dice el hombre blanco, heterosexual y rico va a misa. De ahí el simpático palabro falogocentrismo: la palabra del hombre es universal.
Quizá porque solo nos dejaron el cuerpo, despersonalizado, mudo, inservible, deseado, rechazado, expuesto o invisible, las filósofas y teóricas feministas siempre han hecho del cuerpo una cuestión central, tanto como mapa de la obediencia/desobediencia de cada mujer, como como espacio que rescatar y curar. En los últimos años, algunas filósofas llevan algún tiempo ocupándose del indivisible par mente-cuerpo desde la corriente bautizada nuevo materialismo feminista, que básicamente (muy básicamente expresado por mi parte) busca interesar a las teorizaciones más allá de la habitual masculinidad abstracta para plantearse cómo se materializan dichas teorías en los cuerpos. El pensar implica pues lo ético y lo político y también una insoslayable flexibilidad para acomodarse en infinitas circunstancias materiales. El pensamiento está ineludiblemente encarnado en un cuerpo. Por cada cuerpo, un pensamiento diferente en constante fluir con sus circunstancias. Hemos de ser en todo momento conscientes de la parcialidad que implica un conocimiento situado en una posición determinada y, a la vez, en fuga. Donna Haraway entiende por conocimiento situado «la política y epistemologías de la posición, el posicionamiento y situación, donde es la parcialidad y no la universalidad la condición que hay que tener en cuenta para llegar a conclusiones relativas al conocimiento racional». Todos los cuerpos. Todas las ideas.
Reapropiarse del cuerpo es también reapropiarse del pensamiento. Al pensar se imprimen las ideas en nuestra materialidad. No dejemos ni ideas ni cuerpo en manos de las revistas ni de las multinacionales de la alimentación. Pensemos en lo que comemos. Comamos como pensamos.