El feminismo institucional se autodestruirá en 3, 2, 1…

Los libros de las maestras se han quedado mudos. Ellas mismas son zombies que hablan de un mundo que otras no reconocemos ya. Imposible reconciliar las posiciones políticas radicalmente anticapitalistas con su defensa de las democracias liberales que nos explotan. Complicado concederle voz a mujeres de otros lugares de la tierra desde la posición enunciadora que ellas ocupan.

Lo que se está gestando ya no tiene que ver ni con matar al padre ni con matar a la madre. Es una superación. Abolir el pensamiento abismal es mucho más que un genericidio, aunque tal abolición haya comenzado por los géneros. El reto está en convertirse en el otro, fundirse en el otro, ser el otro hasta que desaparezca tal. No hay el otro. No hay lo otro. Todo es uno.

Sirin Adlbi Sibai se ha atrevido a titular su libro «La cárcel del feminismo» porque el feminismo, tal y como pretenden seguir planteándolo las maestras que ocupan las cátedras y los despachos universitarios, es percibido como uno de los lugares de privilegio en los que construye la categoría «otra». Renunciar a la categoría «otra» no es simplemente una operación retórica que alegremente nos abre una nueva temática para abrevar nuestro pensamiento. No es una ocupación de una posición y una apropiación de una voz. Es una operación material y política que empieza, a este lado, por dar un paso atrás.

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