El juez Marlaska, el ‘House of Cards’ judicial y la cortinilla gay

En su carrera loca por neutralizar todas las instancias que puedan atentar contra el privilegio de los de siempre, nuestro Gobierno plantea en la inminente reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial la posibilidad de nombrar a un hombre, Fernando Grande Marlaska, como presidente de la Comisión de Igualdad. Hasta ahora era obligatorio que una mujer detentara este puesto, ocupado de momento por la magistrada del Tribunal Supremo y vocal progresista Clara Martínez de Careaga.

Casualmente, es la única comisión del órgano de gobierno de los jueces que está ocupada por una mujer: la ley, hasta el momento, ordena que sea la vocal de mayor antigüedad la designada. Queda al arbitrio de la antigüedad la orientación política de la juez en cuestión. Un problema que se solucionaría con la reforma legal, gracias a la que nos convertiríamos en el único país europeo que encarga a un hombre la tarea de «integrar el principio de igualdad entre mujeres y hombres» dentro de las atribuciones del CGPJ y a vigilar la equiparación de género dentro la carrera judicial.

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Todo esto, en un momento en que Europa nos dice claramente que la justicia española no da la talla. En un momento en que la Comisión de Igualdad del CGPJ había aprobado iniciar una ronda de contactos con las principales entidades sociales que trabajan con mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual o de prostitución forzosa para recabar su opinión sobre la respuesta judicial a este fenómeno en España. Son Amnistía Internacional, Médicos del Mundo, Proyecto Esperanza, Fundación Cruz Blanca, Cáritas, APRAMP y Fundación APIP-APAP.

Preguntas:

  • ¿Tiene esta reforma algo que ver con que Martínez de Careaga sea especialmente crítica con el presidente del órgano de gobierno de los jueces, Carlos Lesmes?
  • ¿Acaso se trata de un castigo por el reciente escándalo murciano denunciado por Martínez de Careaga, en el que el Poder Judicial nombró presidente del Tribunal Superior de Justicia de Murcia (TSJM) a un juez que está 1.160 puestos por debajo en el escalafón respecto a la magistrada Pilar Alonso Saura, a quien el órgano de gobierno de los jueces discriminó por ser mujer?
  • ¿No raya lo escandaloso que los ciudadanos nos enteremos no ya de las motivaciones políticas, inevitables por otra parte, de los jueces, sino de los tejemanejes que hacen para meterse o sacar al enemigo de una comisión permanente que paga 6.000 euros al mes? De los sobresueldos de Indra, ni hablamos.
  • ¿No resulta igualmente curioso que, en este momento, el sector progresista del CGPJ esté integrado por ocho jueces, CINCO DE ELLOS MUJERES? A saber: Roser Bach, María Victoria Cinto, Clara Martínez de Careaga, Concepción Sáez, Pilar Sepúlveda.
  • ¿Por qué el PP elige a un juez que es públicamente reconocido como GAY MATRIMONIADO para liderar la cuestión de la igualdad en el CGPJ?
  • ¿Acaso creen que la orientación sexual del juez eclipsa su profundo conservadurismo, como se pudo observar en su archivo en 2007 del caso YAK-42, al atribuir la responsabilidad del accidente que mató a 62 militares españoles a la tripulación ucraniana, eximiendo al Ministerio de Defensa por contratar un aparato inseguro? ¿No fue él quien, en 2007, decretó la apertura de juicio oral por injurias a la Corona a varios artistas gráficos, o archivó la causa abierta contra cuatro directivos de Air Madrid por presunta estafa, rechazando los recursos de apelación presentados por la Asociación General de Consumidores y Usuarios y la OCU contra el archivo del auto? ¿Acaso no le ha sacado los colores el Tribunal de Derechos Humanos y la misma Audiencia Nacional por las denuncias de torturas de detenidos vascos en casos bajo su instrucción?
  • ¿Podríamos esperar de un hombre homosexual, consciente de los privilegios de la heteronormatividad, que rechazara el nombramiento en favor de la igualdad por la que lucha la comisión, o acaso se infiere que un hombre gay puede también representar a las mujeres jueces en su lucha por la paridad?
  • ¿Será el sentido de la justicia de Grande Marlaska, al que suponemos informado por su militancia gay de la cuestión de los privilegios del varón heterorico, suficientemente firme como para trascender su propia ambición profesional?
  • ¿Quién se va a comer, una vez más, nuestro queso?

 

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