Sobre las tiras cómicas y la perpetuación de la misoginia

No iba a colgar este post por repetitivo y por no tenerlas todas conmigo (bienvenidas esas otras argumentaciones), pero recibo señales cósmicas para que lo cuelgue a las que no me quiero resistir. Porque leo referencias mil a esa nueva-vieja cultura de la sororidad, bien es cierto que de lejanas estrellas de Hollywood. Aquí va Clemence Poesy pidiendo que «las mujeres dejemos de ser malas con otras mujeres». Un buen consejo de reprogramacion que me aplico (tiendo a lo grumpy-cruel) y que podría servir a alguna otra amiga grumpy, pasivo-agresiva o directamente punky orgullosa de serlo. Porque me parece que aquí las mujeres estamos más por andar a la greña. ¿Será verdad que las feministas del PSOE van a ‘hacer la guerra’ (sic) con Podemos a cuenta del feminismo y sus feministas? Qué viejunada, precisamente ahora que cobra cada vez más sentido un Pacto entre mujeres (dejo aquí este texto de Luisa Posada Kubissa sobre su necesidad política), una vuelta de hoja definitiva a la estrategia de confrontación de lo androcéntrico. La sororidad ha de ser el modo de relación, la estrategia, el fin y el medio de las mujeres y hombres feministas: sin descartar, sin exclusión, sin violencias, sin guerra. Con conversación. Evitando los estereotipos falsos y lugares comunes que inciden en confrontar en vez de integrar. Evitando ser, por ejemplo, Juan Soto Ibars, dispuesto a echar más leña al fuego de no-sé-qué batalla porun puñado de clicks en este artículo destructivo. Otro artículo inexplicable es este que carga sobre los que el autor denomina “hipsters tardíos”. What?

Quiero decir: ¿está de moda poner pingando a los otros/as? ¿Por qué cedemos a la tentación de condenar al otro, en cualquiera de sus manifestaciones? ¿Por qué necesitamos dibujar esa línea que nos separa tan insistentemente? ¿Realmente merece la pena hacer de esa actividad un medio de vida? ¿Lo demanda el mercado cultural o lo servimos nosotros, los que participamos de él, porque es más fácil de colar en un momento de envilecimiento masivo de la media?

En este batiburrillo de dudas éticas, introducir el discurso del humor complica aún más la cuestión. En realidad, no se trata tanto de trazar una línea entre lo que hace reír y lo que molesta –eso quizá depende muchísimo de lo que cada cual haya recibido de la cultura imperante y se haya dado así mismo para resistirse, rechazarla o modificarla–, como de tener claro qué tipo de mensaje quiere poner un productor de ideas sobre la mesa de todos (una vez más, el asunto no es cuestionar la agenda de cada uno sino la de los que intervienen en el espacio simbólico de la cultura; se trata de ecología en el espacio cultural). El asunto del humor y los estereotipos me ha hecho pensar en la cantidad de chistes racistas que hago y en lo urgente que es para mi salud mental vivir la experiencia inmigrante entre gentes de otra raza: salir de mi burbuja blanca microburguesa ya. Lo que nos sirve para fabricar los chistes que hacemos conecta de manera limpísima con nuestra ideología: no filter. Es tan revelador que da miedo. Por suerte, de lo que cada uno desnuda con su materia de chiste solo se enteran los amigos. Pero cuando te sirves de una tribuna masiva para exponer tu fondo de armario mental, son millones de lectores avisados los que te contemplan. Me arrepiento hoy de algunas tonterías que escribí en el ejercicio de mí tonta juventud: jamás me planteé ninguna duda ética ni en la vida ni en la profesión (qué locura). En este sentido, me incomoda el concepto de autocensura; aun así, me interesa plantear un ejercicio de la responsabilidad deontológica que al menos atienda al público que ha de recibir los mensajes. A ver cómo salimos de esta.

Existen cienes y cienes de estudios en la Red acerca del alcance y dirección de lo cómico y lo satírico, desde Aristófanes hasta South Park. Muchos refuerzan la idea de la sátira, un lugar de expresión prácticamente inexpugnable, como fuertemente fijadora de los estereotipos que cree deconstruir. Dicho de otra manera: los chistes de negros, asiáticos, gordos, catalanes, gays o musulmanes que no subvierten debidamente el estereotipo no hacen más que reforzar la idea de la diferencia en razón de la raza, la religión o la orientación sexual. Está claro que esta operación sacude mucho más a las personas que no han afilado un instrumento mental crítico que a los que sí lo han hecho (véase este estudio del Injuve que desmenuza las estrategias de simplificación y estereotipado de la imagen de los jóvenes con fines persuasivos: esas estrategias también calan en las mentes de los que han de dibujar y escribir para los mismos jóvenes). Los investigadores estadounidenses publican muchísimos textos acerca del tratamiento de la raza/nacionalidad y el sentido del humor: es interesante ver cómo este refleja las tensiones de un momento en que la supremacía blanca va a ser superada por el poderío latino. Los retratos de mexicanos, negros y asiáticos refuerzan muchas veces el estereotipo y son los textos de los latinos, los negros y los asiáticos los que nos alertan de que lo que se nos vende como sátira no es tal. De que la broma no trata de individualizarlos o romper el estereotipo sino que refuerza el falso retrato de grupo. El mismo retrato de grupo, ese maldito «la mujer es…», que nosotras llevamos como cruz desde tiempo inmemorial.

Metámonos con las humoristas pues. Por ejemplo, Maitena, que para mi sorpresa aparece celebradísima en el suplemento de El País de los domingos. La media convencional, la media sexista que se dirige a lectores sexistas para perpetuar la división de la sociedad en razón de los sexos, no ha dudado en llamarla la “psicóloga del alma femenina”. He de confesar que jamás me vi representada por sus mujeres alteradas, superadas y agobiadas. Que sí, que las habrá, como supongo que habrá millones de hombres igualmente alterados, superados y agobiados, digo yo… Buscando análisis sobre tiras cómicas dibujadas por mujeres, encuentro este sobre la obra de Maitena: “Nos focalizaremos en la representación de la mujer que se realiza en su obra y las compararemos con otras autoras coetáneas. Estudiaremos de qué manera Maitena reproduce la ideología patriarcal, excluye a la mujer de la esfera pública y la asocia con los arquetipos tradicionales, al continuar con el estereotipo misógino de mujer, en pos de generar humor”. En fin, no tiene desperdicio… No digo yo que este tipo de producto no tenga razón de ser. Se dirige, está claro, a un mercado mayoritario de mujeres agobiadas por su propio género. Les suministra alivio, descompresión y refuerzo a su propia existencia. Ahora bien: su objeto y destino es la reproducción del eterno femenino. El objetivo es vender a cuantos más mejor, no hacer un bien social relajando la norma de género. ¡Vade retro!

Volviendo a este siglo, y dejando a un lado un posible análisis de contexto de la hipsterización de las mujeres jóvenes que se mueven en la norma, lo que hace Moderna de pueblo me parece lo mismo que lo que hizo Maitena, pero en el contexto de las mujeres jóvenes. En Moderna de Pueblo las viñetas que me chirrían están relacionados con el gran timo del amor romántico (me dicen que en alguno de sus libros diseña un final Príncipe Azul, no sé si rollo Lena Dunham meets Pretty Woman), con los juicios sobre lo corporal y con los hombres jóvenes, a los que dedica una serie (creo) que les llama capullos. Está claro que muchas mujeres jóvenes se van a sentir identificadas con lo que cuenta porque son mayoría las que están en la norma social. El objetivo no es subvertir ni relajar ninguna norma de género, sino aliviar las tensiones de estar en ella. ¡Jey! ¡No ha cometido ningún crimen contra la Humanidad! Pero encuentro dificultades para señalar un mínimo de crítica humorística al estricto sistema binario de género que nos acogota. Para Moderna de Pueblo las mujeres son de Venus y los hombres, de Marte, pero los estilismos quizá no nos dejan ver el bosque. Mujeres, hombres y viceversa, mi programa favorito, es infinitamente más claro en su agenda.

La otra gran viñeta dibujada por una mujer en un medio de gran tirada es… ninguna (se busca corrección: trabajo de memorieta). Moderna de pueblo tiene la única viñeta dibujada por una mujer del panorama nacional (que yo recuerde). Llega a 600.000 mujeres jóvenes todos los meses. Moderna de pueblo es absolutamente consecuente con la publicación que paga parte de sus facturas en su fondo de armario ideológico. Este es un buen estudio, claro y conciso, sobre cual es esa ideología que sustentan. También analiza específicamente el lenguaje y tratamiento de lo femenino y lo masculino en la revista Cuore. Sí, la leemos como entretenimiento, para pasar el rato, por reírnos, pero ese entretenimiento deja babilla verde en nuestro sistema inconsciente. Nos programa. ¡Claro que Cuore cumple una función social! A saber: aliviar las tensiones que el sistema provoca a las mujeres para ser bellas, famosas, ricas y tendenciosas. ¿Cómo? Riéndonos de las que han logrado lo que nosotras no. ¿Para qué? Para que sigamos anhelando y comprando lo imposible. Donde pone Cuore podemos poner cualquier otra revista del ramo.

Visto lo visto, y volviendo a todas las mujeres que hacen mofa pública con sus productos culturales de otras mujeres por considerarlas machistas, incultas, desconsideradas, feas, maleducadas o pijas, me pregunto: ¿realmente sirve de algo apuntalar la idea de que existen mujeres con comportamientos machistas que hay que depurar? ¿Qué dice de nosotras la necesidad de apuntarlas como enemigas de una causa (el feminismo) que, por definición, evita la exclusión de cualquier ser vivo? ¿Mofarnos de comportamientos que no se ajustan a nuestra ideología sirve para atraerlas a nuestro terreno o para satisfacer nuestra propia posición? Marta Sanz explica en este artículo la posibilidad de un humor hecho por mujeres. Y apunta: “El humor como estrategia para resistir contra el machismo podría haber sido una reacción a esa otra corriente dominante en la literatura humorística: la misoginia. En España tenemos los casos del Arcipreste de Hita y de Quevedo, pero sobre todo el del Arcipreste de Talavera y su Corbacho (s.XV). Basta con leer algunos títulos de la segunda parte de su libro: De los vicios e tachas e malas condiciones de las perversas mujeres, e primero digo de las avariciosas; De cómo la mujer es murmurante y detractadora; De cómo las mujeres aman a diestro y a siniestro por la gran codicia que tienen; Cómo la mujer es envidiosa de cualquiera más fermosa que ella; Cómo la mujer es cara con dos faces; Cómo la mujer es desobediente; Cómo la mujer es dotada de vanagloria ventosa; De cómo la mujer miente jurando y perjurando; Cómo se debe el hombre guardar de la mujer embriaga…».

No hay que ser de pueblo (pero quizá sí auténticamente moderna) para encontrar las similitudes entre estos prejuicios y los que siguen circulando en ciertas tiras cómicas y artículos.

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Aquí dejo un paper acerca del humor sexista, feminista y postfeminista.

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